La conquista de los incas

Las primeras noticias sobre el fabuloso imperio de los incas las llevó a Panamá Pascual de Andagoya. Poco antes de morir informó al capitán Francisco Pizarro de las grandes riquezas que había visto. Pizarro organizó una pequeña expedición en la que comprobó las palabras de Andagoya.

En 1526 Pizarro salió en dos navios en busca del misterioso país el Dorado. Se desembarcó en Colombia y se dirigió hacia el sur. Después de muchas penalidades se quedó sólo con 13 hombres y tuvo que volver a España. Allí convenció a los reyes de la necesidad de emprender nuevas conquistas.

Regresó a América en 1530, en plena guerra civil entre dos hermanos, Huáscar y Atahualpa. Prometió ayudarle a Atahualpa, pero lo engañó y lo cogió prisionero. Para rescatarlo, los indios tenían que llenar una habitación entera de oro. Y, efectivamente, lo hicieron. Millones de estatuas y adornos fueron fundidos y llevados a España.

Hecho esto, Pizarro no sólo se negó a liberar a Atahualpa, sino que lo asesinó y quemó su cuerpo. Eso para un inca significaba perder la vida eterna, ya que al morir Gran Inca, se momificaba.

Su hermano, Huáscar, logró escapar y continuó luchando. Año tras año se iba retrocediendo a la selva. La capital del imperio, Cuzco, cayó el 15 de noviembre de 1533. Pronto, los últimos vestigios del imperio inca se desaparecieron de nuestro planeta. Sólo Machu Picchu, su ciudad religiosa, sobrevivió, porque a nadie se le ocurrió buscarla donde estaba, a más de 4300 metros sobre el nivel del mar...

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